domingo, 17 de julio de 2016

El derecho de admisión de los antros viola el principio constitucional de la no discriminación.



 Por: María Santos
                                                                                             Twitter: @marifersv94

"Vivir en cualquier parte
del mundo hoy 
y estar contra la igualdad
por motivo de raza o de color
es como vivir en Alaska
y estar contra la nieve."
- William Faulkner

La mayoría de los jóvenes del área metropolitana de Nuevo León frecuentan los antros los fines de semana y, algunos, incluso entre semana. Específicamente en San Pedro, los tres antros más populares son el República de San Pedro, el Pink Donkey y el Classico. Yo frecuentaba mucho esos tres durante mi preparatoria y algunas pocas veces desde que inicié la licenciatura, pues me aburrí. Sinceramente, nunca me ha pasado que no me dejen entrar a un antro; no obstante, me ha tocado presenciar la discriminación de los cadeneros del antro para con amigos míos, conocidos y desconocidos. El criterio, totalmente subjetivo, es que no te dejan entrar si eres “feo”, si eres de piel muy oscura, si eres homosexual, si tienes cortes de cabello extravagantes, si tu vestimenta no les parece buena, si le caes mal al cadenero o a algún RP (relaciones públicas), entre otras razones que desconozco. Claro que no a todos les pasa, pero a mucha gente sí.

Me siento muy indignada por la gente que sufre esta discriminación porque les afecta psicológicamente y emocionalmente y son injustamente juzgados con criterios muy estúpidos por gente que por ningún motivo tiene derecho a hacerlo. Los antros siempre se han escudado con el “derecho de admisión” que se reservan; empero, yo pregunto retóricamente: ¿realmente existe un derecho de admisión absoluto? La respuesta es sencilla: no. Es más que evidente que la selección de los antros es un acto de discriminación, lo cual va en contra de los derechos humanos reconocidos en tratados internacionales y en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
“Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”
- Constitución Política Federal, artículo 1, quinto párrafo.
Todas las personas son iguales ante la ley.  En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación, a igual protección de la ley.”
Convención Americana de Derechos Humanos, artículo 24.
“Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.”
Declaración Universal de Derechos Humanos.
Además, en ninguna parte de la Constitución Mexicana ni de los tratados internacionales en materia de derechos humanos se establece el derecho de admisión. El órgano competente debe sancionar a todo aquél individuo o grupo de individuos que discriminen por cualquier razón a otro ser humano.

Por supuesto, existen casos en los que los establecimientos mercantiles pueden reservarse el derecho de admisión. La Secretaría de Derechos Humanos establece condiciones objetivas que justifican el negarle la admisión o la permanencia a un individuo en algún establecimiento y que no incurren en una violación a los derechos humanos. Son las siguientes:
a) Cuando las personas manifiesten actitudes violentas o agresivas. 
b) Cuando hayan consumido drogas o se encuentren en evidente estado de embriaguez, que pongan en peligro a terceros. 
c) Cuando porten armas u objetos que puedan poner en peligro la seguridad. 
d) Cuando porten símbolos racistas o que inciten a la violencia. 
e) Cuando la capacidad del lugar esté al máximo. 
f) Cuando se haya cumplido el horario límite de cierre. 
g) Cuando se trate de menores de 18 años de edad.
Si no se dan alguna de las anteriores condiciones, no hay razón alguna que pueda justificar este acto de discriminación. 

Es de sabiduría popular que los antros, indebidamente, dejan entrar a menores de edad, con o sin identificación falsa, que venden alcohol a menores de edad, que no tienen las debidas condiciones de seguridad, que no cumplen con la ley antitabaco y que incumplen con el horario máximo establecido. En pocas palabras, rompen con la mayoría de las normas. Pero todo esto es negado por los dueños y encubierto por las autoridades. El problema es cuando violan los derechos humanos de una persona. En lo particular, me molesta mucho que discriminen de esa manera tan cruel y humillante a las personas, pero me molesta mucho más cuando lo presencio con amigas o amigos cercanos. Me ha pasado unas 5 veces que no dejan entrar a una amiga o a un amigo en el República. Aunque son pocas veces las que menciono, muchos conocidos me han contado de sus malas experiencias particulares y de terceros. 

Lo más triste de todo es que la sociedad sigue promoviendo este tipo de actitudes al acudir sin falta todos los fines de semana al mismo lugar. Leí un artículo hace unas semanas titulado “No vayas a Cervecería de Main Entrance” de Mauricio Valdez. Me gustó mucho su artículo y me intrigó para investigar el tema en lo jurídico. Descubrí que el derecho de admisión, salvo los casos anteriormente enlistados, es inconstitucional, violatorio de los derechos humanos, denunciable y sancionable por la Procuraduría Federal del Consumidor.


Hace unos años, la PROFECO emitió un comunicado en el que estableció los “derechos en el antro” que tienen los consumidores que asistan a estos establecimientos. Las diez recomendaciones aplican para restaurantes, bares, discotecas y centros nocturnos y las cinco principales son las siguientes:
a) Ningún antro puede seleccionar a la gente, porque eso es discriminación. 
b) Los antros no pueden negarte una mesa a menos que compres una botella, porque eso es condicionamiento. 
c) Los precios deben estar a la vista o en la carta y los antros deben cumplir con las promociones que te ofrecen. 
d) No te pueden obligar a un consumo mínimo, porque eso es condicionamiento. 
e) No te pueden incluir el servicio o exigirte propina, pues esta es voluntaria.


No pueden negar que, por supuesto, a todos los que han asistido a un antro les ha tocado que los obligan a cumplir alguna de estas condiciones, ya sea consumo mínimo, propina obligatoria o que no dejen entrar a un amigo o a una amiga, pues estos tres son los más comunes. No obstante, el tema aquí es el derecho de admisión. La PROFECO establece que si alguien presencia o sufre discriminación en algún antro debe denunciarlo al teléfono 01-800-468-8722 (lada sin costo).

Nunca antes he denunciado alguna de estas situaciones porque muy probablemente no va a proceder algún tipo de sanción contra los antros, pero ya no me puedo quedar callada. Es muy cruel y nefasta la actitud de los cadeneros y de los dueños de los antros al creerse con el derecho de discriminar al consumidor. Así sea el hombre más feo del mundo o el hombre más guapo del mundo el que está encargado de seleccionar quién entra y quién no, no tiene absolutamente ningún derecho para hacer sentir menos a alguien. Hoy precisamente denuncié al República de San Pedro (antro en Centrito Valle en el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León) por discriminar a una amiga la semana antepasada. No sé cuál haya sido el criterio del cadenero, pero hay testigos de que mi amiga no presentaba actitudes violentas, no había consumido drogas, no estaba ebria, no portaba armas ni símbolos racistas, la capacidad del antro no estaba al máximo, no se había cumplido el horario de cierre, pues eran las 12 de la madrugada, y no era menor de edad. Mi amiga portaba identificación oficial y estaba sobria cuando ella (amiga A), otra amiga (amiga B) y yo nos acercamos al cadenero para decirle el nombre de nuestra reservación. El cadenero nos pidió nuestra identificación a mi amiga B y a mi para dejarnos entrar. Sacamos nuestra credencial del IFE y se la dimos al cadenero mientras yo le decía que no eramos dos, sino que eramos tres. El cadenero repitió una y otra vez que solo pasábamos nosotras dos, excluyendo a mi amiga A. Sin saber cuál fue el criterio del cadenero para no dejar entrar a mi amiga, al no cumplirse ninguna de las condiciones justificadas por la PROFECO, se vuelve evidente que fue un caso de discriminación. La funcionaria que tomó la denuncia permitió que se incluyera en la denuncia la anotación de que esto a sucedido múltiples veces en otras ocasiones. Me dieron un número de folio de la denuncia para marcar próximamente a preguntar el estado de esta. No pretendo que cierren el antro, pues no es el punto. Sino que le impongan una multa o que lo obliguen a no volver a hacer eso con las personas que asisten al mismo.

Repito, lo más triste de todo es que la sociedad sigue promoviendo este tipo de actitudes al acudir sin falta todos los fines de semana al mismo lugar a pesar de saber todo lo malo que hacen estos establecimientos. Precisamente este fin de semana estaba platicando con mi novio sobre los antros. Me dijo algo muy cierto: “Aunque la verdad me encante ir a los antros y sea súper antrero, no me gusta ser víctima de la mercadotecnia.” Y es verdad. A mi me gusta ir de vez en cuando y lo disfruto. Pero, si nos ponemos verdaderamente a pensar, vamos a un lugar sucio (¿han ido a un antro en la tarde en plena luz del día? ¡Está para vomitar!), sin salidas de emergencia viables, con condiciones de salubridad bajas, con riesgos de ser drogado por alguien que le pague al bartender o al mesero, a pagar cinco-diez veces lo que cuesta la botella con tal de estar en un antro que no sea “naco” y ser parte de la elite. Yo sé que mucha gente no va con esa mentalidad. Muchos, como yo, vamos para divertirnos. Sin embargo, es un hecho que como consumidores que pagamos cantidades altas para estar ahí, debemos exigir que se nos trate con respeto, no ser discriminados, ser atendidos correctamente y exigir que el establecimiento cumpla, por lo menos, con lo que establece la ley. Si no hacemos esto, estamos propiciando que los antros sigan con este tipo de actitudes nefastas. ¿Qué harías si fuera tu hermana, tu novia, o si fueras tú mismo? Te aseguro que no dirías “eso le pasa por feo/fea”, como he escuchado muchos comentarios de conocidos cuando se habla del tema. Es decir, ¿estamos dispuestos a cosificarnos con tal de pertenecer? La Comisión Nacional de Derechos Humanos ha señalado en múltiples ocasiones que el reservarse el “derecho de admisión” es un acto de discriminación, que, por ende, es inconstitucional, dado que se hace una selección despótica “fundamentada” en criterios subjetivos que afecta la dignidad de una persona y viola sus derechos humanos; se ha establecido que este acto de discriminación es perfectamente denunciable y sancionable.

Quiero expresamente establecer que no es en lo absoluto algo personal en contra del antro República, ni de los demás; la verdad, el República es el antro que más me gusta. Tampoco se trata del caso en específico que relato en el presente. Se trata de concientizar a la sociedad de que todos hemos sido o podemos llegar a ser víctimas de esta conducta y que debemos exigir que se nos trate de modo digno, tanto a nosotros mismos como a los demás.

Por supuesto que con este artículo no va a cambiar nada en ningún antro y posiblemente la denuncia tampoco. Los antros seguirán discriminando siempre que sigan existiendo y la gente que asiste lo siga permitiendo; pero por lo menos, los que no sabían, pueden ahora defender sus “derechos en el antro” y denunciar si así lo consideran. Los invito a denunciar a todo aquél establecimiento mercantil que viole lo establecido por el comunicado de la PROFECO. Repito, posiblemente no proceda ningún tipo de sanción, pues los antros tienen más poder que los simples ciudadanos como tú y como yo; posiblemente no hay nada más que hacer. Si lo único que se puede hacer en estos casos es denunciar, ¡hagámoslo! Hay que cumplir con nuestro deber como buenos ciudadanos y con nuestros principios morales en solidaridad con el prójimo. Aunque no aplica directamente con el tema, la siguiente frase: “Si no hubiera desobediencia civil, los negros todavía se sentarían al final del autobús en los Estados Unidos” de Vicenç Navarro, aplica indirectamente, pues deja la enseñanza de que lo que es no necesariamente debe ser y que si descubrimos que lo que es no debe ser, tenemos la obligación de hacerlo posible para cambiarlo. No está bien que los antros cosifiquen al consumidor y lo discriminen; denunciemos y protestemos contra esta inaceptable conducta o, tácitamente, la estaríamos aprobando.





Aviso: En el presente espacio de diálogo y encuentro jurídico, las opiniones expresadas por cada autor son exclusiva responsabilidad de quienes las emiten, no representando de forma alguna el criterio de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey o de alguno de sus Centros Institucionales.

fuente: http://cijfldm.blogspot.mx

Gordos y nacos no entran, la historia de un 'cadenero'



FOTO Y TEXTO: ZEIRA GONZÁLEZ Y MAGALY MONSIVÁIS

27 de diciembre de 2014 / 06:32 p.m.
Monterrey.- Ir bien vestido, no estar pasado de peso y ser de tez blanca, son sólo algunos de los requisitos que los jóvenes deben cumplir para ingresar a un antro sampetrino.
Regina Treviño, una joven regiomontana que normalmente acude a diferentes centros nocturnos, reveló que antes de llegar a un club tienes que prepararte: elegir un buen vestido y  maquillarte correctamente.
LOS CADENEROS, EL PRIMER OBSTÁCULO 
Al llegar al antro es otra preparación: 'seducir al cadenero'. Ellos son los encargados de decidir quién puede ingresar al lugar y quién no.
Los 'cadeneros' en su mayoría, altos, grandes y fornidos son el primer obstáculo que se les presenta a los jóvenes que quieren disfrutar de una noche de fiesta, pues si no cumples con la imagen que el dueño del antro pide, simplemente no entras.
"Si conoces al cadenero entras súper rápido, pero si no, pues tienes que insistir para que te dejen entrar", comentó la joven.
"CUMPLIMOS ÓRDENES"            
Ricardo Flores, de 33 años, es guardia de seguridad en uno de los antros más exclusivos de San Pedro Garza García. Él sabe que no todos tienen 'derecho' a entrar al club ya que son órdenes que reciben, de no cumplirlas, y si el gerente del lugar observa a alguien que no está dentro de los estándares, su trabajo corre peligro.
"Realmente son indicaciones de los dueños, pero nosotros nunca los vemos a ellos, a los empleados nos da las órdenes el gerente. Ya he trabajado en diferentes lugares y siempre se maneja todo igual", comentó el empleado, quien además manifestó que la mayoría de las veces tienen que soportar insultos de los jóvenes, una vez que se les ha negado la entrada.
Flores aseguró que las principales observaciones que tienen que realizar es que los jóvenes no estén pasados de peso, pues los dueños piensan que tener personas con ese aspecto físico dentro de su negocio les da una 'mala imagen'.
Ese es su principal trabajo, pero también destaca el tono de piel, la ropa que traen puesta y el tipo de cabello en las mujeres.
"A veces si me siento mal porque hay personas que van a festejar su cumpleaños y ya tienen reservación, pero como se hace por teléfono pues no sabes cómo son físicamente y ya cuando llegan y si no cumplen con los requisitos no entran", explicó.
El hombre mencionó también que tienen que hacer lo posible por tratar de percatarse de la marca de ropa que portan las personas que le piden entrar, según los gerentes, los que visten ropa de marcas reconocidas y caras son los que pueden consumir mayor cantidad y dejar ganancias al lugar.
Los jóvenes repiten la misma historia cada fin de semana: suplicar al 'cadenero' que los dejen entrar. A pesar de las 'reglas', hacen el esfuerzo por lograr ingresar a divertirse, si no lo logran, es simplemente porque no cumplen los requisitos.
*El nombre del entrevistado es ficticio.

fuente:http://www.multimedios.com/telediario/local/gordos-y-nacos-no-entran.html

Entrevista a la contraparte. Cadenero de Berghain PanoramaBar




Berghain: how to get into Berlin's most exclusive nightclub



In the past, I’d only felt nervous outside a nightclub if I was relying on a fake ID or wearing the wrong kind of shoes. But at Berghain, the hopeful can queue for up to three hours and still be turned away from some of Europe’s most hallowed dancefloors, thanks to a notoriously strict door policy. 
Set in a former power station in Berlin, legends are built on euphoric tales of the atmosphere within, where two huge sound systems pump techno into a cavernous interior, and a 1,500-strong crowd dance themselves well into the following day. 
But before the party gets started, clubbers must first get past the club’s terrifying, grim-faced gatekeeper, Sven. 
Berghain’s head doorman is a man who looks like a post-apocalyptic bearded version of Wagner, the Brazilian X Factor contestant who destroyed multiple hit songs in 2010. But rather than destroying music, Sven destroys clubbers’ dreams of getting in, with highly selective decisions on who makes the grade. 
His squad of formidable bouncers have an enigmatic entry policy that clubbers have been trying to crack for years. There are hundreds of forum posts online with advice ranging from the bizarre “look more gay” to the much more reasonable “don’t be too drunk in the line”, as well as an equal number of negative reviews from disappointed punters who claim that the mysterious door policy is xenophobic, sexist, racist and discriminatory in every way imaginable. 
Sven, somewhat surprisingly, is also a street photographer who, in the evenings, turns his artistic eye to curating Berghain’s crowd. According to his agent (and surely he is the world’s only bouncer to have an agent), “he seeks inspiration from the nocturnal atmosphere and meets characters that awaken his visions; he is able to discern the potential of his protagonists before they even suspect a thing.
Many critics disagree with the somewhat flowery (if not pretentious) statement, believing Sven and his merry doormen simply reject people for their own enjoyment. 
The policy’s ambiguity has lead bloggers to chart their own theories on how to impress the bouncers in minute detail, and last year a German developer even proposed a cringeworthy “How to get into Berghain” app to assist would-be visitors by providing style guides and directions to the club. 
One thing is clear; people are desperate to get in. And on a cold night in January, I was one of them. 
With the advice that I should wear black in mind, I donned my finest dark polo shirt, jeans and a nondescript jacket and set off. Despite the fact that temperatures in Berlin were dropping below 0C, I wore a rather thin jacket in the name of not appearing too showy with a more wintry number. After all, sacrifices must be made. 
The venue is plonked right in the middle of an industrial estate and isn’t signposted. Low music rumbled from the club’s direction, as I passed a queue of ten taxis waiting to ferry people home. Driver Imad al-Darwish told me he takes passengers away from the club every night, many of them upset and dejected after being refused entry at the door. According to Imad, during peak periods the taxi line can stretch far into the distance, but things tended to move along very quickly. 
A man dressed in hipster-esque clothing arrived and chained his bicycle to the metal fence surrounding Berghain. He took a swig from his beer, dropped it on the ground among a sea of broken glass, then proceeded towards the club’s entrance. He got in. Others weren’t quite so lucky. I spoke to two German girls who claimed to be regulars. They were both dressed in black and in the correct age bracket - the bouncers like people who look as if they are in their mid-twenties, apparently. But both were refused entry after being told that their names were not on the (non-existent) guest list. 
Walking along the long, dusty track that leads up to the club’s entrance, I could already feel the stares of the bouncers. It is set up in such a way that they can see you clearly long before you can see them as much more than a silhouetted group. The door was framed by graffiti, adding to the underground feel of the whole place. On a Sunday evening, there was a small queue which was flowing steadily. The man in front of me, dressed in a denim jacket and jeans, stepped in. Clearly the doormen didn’t mind double denim. 
Finally I was at the front and stepped into the spotlight of what felt like a perverse border control checkpoint, staffed by five large German men in matching black jackets. 
Looking along the line I saw Sven. He is a rather short man, much more so than the other doormen, and was wearing a thick coat. Not even “Europe’s hardest bouncer” could bear the freezing winter temperatures. A question was barked at me in German. As I explained that I couldn’t understand another guard helpfully translated: “Sorry, you’re not getting in.” Why, I asked? “Because we decided”. It was hard to argue with logic like that. 
I was not the only one though. Minutes later, a groggy German couple emerged from the club having queued for two hours and partied for a further ten on Berghain’s sprawling dancefloors. “There are a lot of fairytales online about how to get in, but you should just be yourself,” one of them told me. “The people at the door can tell if you are pretending to be something you’re not.” Two tourists from Australia who were leaving the club after 16 hours, Scott Buchanan and Harriet Braid, said they had been surprised to have gained entrance after the bouncers joked that at 27, Scott was “too old”. 
So why didn’t I get in? Despite following all the standard advice, at a club with huge queues and a limited capacity, I suppose it’s inevitable that some people are turned away. 
I was just one of the night's many rejections - so many that the club could make a small profit from selling “I didn’t get into Berghain” t-shirts. And Sven bobblehead toys (I’d definitely buy one of those). Perhaps the door policy is unfairly skewed against foreigners. Perhaps my outfit was wrong. Perhaps I looked too nervous in the queue. Or perhaps one of the bouncers woke up on the wrong side of the bed that morning. Only one thing is for certain; Sven is not easy to please. 
Advice (for what it's worth) from a man who succeeded 
I lived in Berlin for some time and have gone to Berghain on numerous occasions, says John O' Ceallaigh. The bouncers don’t hesitate to deny entry – often for no discernable reason - but it will likely work in your favour if you: 
  • Speak German
  • Convince the bouncers you’re there to see a specific DJ rather than to gawk at clubbers – knowing your Ben Klocks from your Marcel Dettmanns helps
  • Don’t dress as though you’re on a night out in the West End – Berlin is a casual city and the only people you’ll see in Berghain in heels and fake nails are transvestites 
Is it worth the hassle? If you enjoy clubbing, definitely. Berghain is an immense, industrial space with an exceptional sound system and unparalleled acoustics; despite, or perhaps because of, the stringent door policy, the crowd is one of the most diverse and enthusiastic you’ll find anywhere; and, with parties regularly running for longer than 24 hours, there’s no other major venue in Europe that matches its stamina. 
fuente: http://www.telegraph.co.uk/travel/destinations/europe/germany/berlin/articles/Berghain-how-to-get-into-Berlins-most-exclusive-nightclub/

Si vieras a esta niña en la calle, ¿pasarías de largo? | UNICEF



fuente:
https://www.youtube.com/watch?v=7oovL3F3W1o